miércoles, 27 de febrero de 2008

Ven...

“Entre tanto la barca estaba ya muy lejos de tierra, sacudida fuertemente por las olas, porque soplaba viento en contra.De madrugada, fue Jesús hacia ellos caminando sobre el mar. Al verlo exclamaron: “¡Es un fantasma!”Y llenos de miedo comenzaron a gritar. Jesús les dijo al instante: “Ánimo, no teman, soy yo.” Pedro contestó: “Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti caminando sobre las aguas”.Jesús le dijo: “Ven”. Pedro bajó de la barca, y caminaba sobre las aguas para llegar a Jesús.” (Mt. 14, 24-29)

Esta fue la cita que más me marcó en estos ejercicios de oración que pasaron. Creo que ya desde hace un tiempo venía con mi barca bien tambaleada por situaciones que me afectaban harto y ante las que no tenía respuesta clara. Creo que lo que peor hace es no enfrentar las situaciones y querer cerrar lo ojos ante ellas cuando son “vientos en contra” y eso es lo que hice por harto tiempo. Y este tiempo de “desierto” me sirvió para enfrentarlas y darme cuenta que nada, NADA, es más grande y más fuerte que quien me invita a seguirle: Jesús. Me impresionó el coraje de Pedro para pedirle a Jesús también caminar sobre las aguas, me imaginaba cómo lo debieron mirar los otros discípulos ante una petición tan increíble. Pero me impresionó aún más ese “VEN” de Jesús. Sentir que Jesús es el que me pide salir de mi barca, de mis pretensiones pequeñas, de mi autosuficiencia, de mis pequeñas y grandes esclavitudes (pero cómodas), de lo que domino, de mis miedos… pero ese “Ven” es el que me sostiene para ir por esos caminos, para caminar aún en medio mis tormentas. “¿Quién nos separará de amor de Cristo?” (Rom 8, 35) ¿Y qué o quién puede apartarme del seguimiento? ¿Qué puede quitarme la alegría de seguirle aún en la tormenta? Nada, si confío en su poder y su fidelidad; Nada, si le creo y mantengo mi esperanza en Él siempre, pues sé que no seré defraudada. Eso me regala tanta tranquilidad y confianza para enfrentar este año. Sé que nada me apartará de ti, sé que nada me hará “ahogarme”, no si me fío de ti
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Él conoce a quien elige...

Quiero compartir lo que fue para mí estas misiones de verano. Bueno, me tocó estar en el pueblo de La Quebrada, ahí éramos pocos misioneros -7 de 26- y tanto el trabajo como el lugar eran muy grandes; toda mi comunidad se tuvo que hacer cargo de salir por las casas, el taller de niños, organizar la misa y el taller de jóvenes; pero a pesar de que esto podía resultar cansador ya que no parábamos en todo el día, creo que para todos resultó ser algo muy bueno, donde pudimos entregar hasta lo que no nos imaginábamos que teníamos. Durante los días de misión, algo que me ayudó mucho fue el trabajo que realizábamos en la mañana, ya que a partir de la oración y el trabajo de la palabra podíamos salir a compartir a las casas y no estar sólo en el rol pasivo de quien escucha, y ese trabajo no sólo ayudó para salir a misionar a la gente del pueblo, si no que podíamos ir por el pueblo habiendo tenido un verdadero encuentro con aquel que nos ama primero.
Pero, para mí lo mejor las misiones fue ver como Dios se fiaba de la vida de unos pocos para llegar a los suyos, sobretodo porque para mí el entablar una conversación con alguien, hacer una oración comunitaria o llevar un taller es algo que me resulta súper difícil y que siempre trato de evadir, pero a Dios eso no le importó, él contaba con mi vida y sacó algo bueno de ella… Él conoce a quien elige y eso es lo que más me ha hecho feliz durante esta misión, y eso que he podido experimentar no quiero que sea solo por esos días en La Quebrada o cuando toque salir a otra misión sino algo que quiero que sea para siempre, como el compromiso que Dios ha hecho con mi vida.

jueves, 27 de diciembre de 2007

Un hijo se nos ha dado


La primera vez que escuché que podía ser madre de Cristo, me pareció casi una herejía; sin embargo hoy pienso que la verdadera herejía sería negarlo. Esta navidad la siento como el nacimiento de un hijo, como una vida que Dios regala, una vida que debo proteger en noches oscuras, socorrer de Herodes que puedan acecharle, que debo cuidar para que crezca. Cristo busca corazones donde nacer, y pese a la precariedad del mío lo ofrezco y lo recibo, más que como a una visita, como a un hijo a quien amar por siempre.



Aporte de una joven de la Comunidad