
Esta fue la cita que más me marcó en estos ejercicios de oración que pasaron. Creo que ya desde hace un tiempo venía con mi barca bien tambaleada por situaciones que me afectaban harto y ante las que no tenía respuesta clara. Creo que lo que peor hace es no enfrentar las situaciones y querer cerrar lo ojos ante ellas cuando son “vientos en contra” y eso es lo que hice por harto tiempo. Y este tiempo de “desierto” me sirvió para enfrentarlas y darme cuenta que nada, NADA, es más grande y más fuerte que quien me invita a seguirle: Jesús. Me impresionó el coraje de Pedro para pedirle a Jesús también caminar sobre las aguas, me imaginaba cómo lo debieron mirar los otros discípulos ante una petición tan increíble. Pero me impresionó aún más ese “VEN” de Jesús. Sentir que Jesús es el que me pide salir de mi barca, de mis pretensiones pequeñas, de mi autosuficiencia, de mis pequeñas y grandes esclavitudes (pero cómodas), de lo que domino, de mis miedos… pero ese “Ven” es el que me sostiene para ir por esos caminos, para caminar aún en medio mis tormentas. “¿Quién nos separará de amor de Cristo?” (Rom 8, 35) ¿Y qué o quién puede apartarme del seguimiento? ¿Qué puede quitarme la alegría de seguirle aún en la tormenta? Nada, si confío en su poder y su fidelidad; Nada, si le creo y mantengo mi esperanza en Él siempre, pues sé que no seré defraudada. Eso me regala tanta tranquilidad y confianza para enfrentar este año. Sé que nada me apartará de ti, sé que nada me hará “ahogarme”, no si me fío de ti.